El paso de la "caja" a la "cosa" es un símbolo de cómo, a veces, lo más cotidiano o conocido puede transformarse en algo extraño e incomprensible. La cosa final no tiene nombre ni utilidad clara, pero ocupa un lugar central en la vida del protagonista, como si se tratara de esa búsqueda de significado que nos acompaña en la madurez y que a menudo no tiene respuestas claras.
Siempre hay un no sé qué que nos inquieta, un no sé cómo que nos sorprende y un no sé cuando que nos alegra. La vida es una caja de sorpresas. A ver si la caja es la vida.
No importa. Con la cosa se abren infinitas posibilidades. Puede convertirse en una casa, después en una pasa, en una pesa, mejor que no se convierta en una pena, preferible una pera...
Esa cosa, junto en el pecho, que angustia al protagonista, es el paso de la niñez y el juego, a la madurez y su sin sentido. No sé qué es, no sé su forma, no sé cómo acabar con eso que oprime inexplicablemente el pecho.
El paso de la "caja" a la "cosa" es un símbolo de cómo, a veces, lo más cotidiano o conocido puede transformarse en algo extraño e incomprensible. La cosa final no tiene nombre ni utilidad clara, pero ocupa un lugar central en la vida del protagonista, como si se tratara de esa búsqueda de significado que nos acompaña en la madurez y que a menudo no tiene respuestas claras.
ResponderEliminarSiempre hay un no sé qué que nos inquieta, un no sé cómo que nos sorprende y un no sé cuando que nos alegra. La vida es una caja de sorpresas.
ResponderEliminarA ver si la caja es la vida.
No importa. Con la cosa se abren infinitas posibilidades. Puede convertirse en una casa, después en una pasa, en una pesa, mejor que no se convierta en una pena, preferible una pera...
ResponderEliminarEsa cosa, junto en el pecho, que angustia al protagonista, es el paso de la niñez y el juego, a la madurez y su sin sentido. No sé qué es, no sé su forma, no sé cómo acabar con eso que oprime inexplicablemente el pecho.
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