A veces, caminar por la ciudad revela sus secretos. No los ocultos en callejones oscuros ni los misterios de un barrio antiguo; no, sino esos que flotan a media altura, donde apenas se fija la mirada y que el ritmo de la multitud suele ignorar.
Es
allí, en el paso desatendido de una tarde cualquiera, donde una cuerda
suspendida desafía la realidad y atrapa la imaginación.
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Junto a la mas vulgar monotonía de la vida, está y nos acompaña siempre una infita grandeza. Solo basta tirar de la cuerda para que se haga presente.
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